El 4 de marzo, con motivo del Día Mundial de la Obesidad, se convoca a una reflexión urgente sobre el creciente problema de salud pública que afecta a millones de personas alrededor del mundo. En el caso de México, la obesidad se ha convertido en una crisis sanitaria alarmante, que no solo pone en peligro la salud de los individuos, sino que también genera una carga significativa sobre los sistemas de salud.
Actualmente, el 36.9% de los adultos en México padece obesidad, y las proyecciones son aún más preocupantes: para el 2030, se espera que esta cifra se acerque al 45%. Estas estadísticas reflejan una tendencia creciente que subraya la necesidad de actuar de manera inmediata para frenar esta enfermedad crónica que afecta a una proporción significativa de la población.
La Dra. Tania Nava Ponce, especialista en Medicina Interna, Obesidad y Comorbilidades, destaca la relación estrecha entre la obesidad y el desarrollo de enfermedades cardiometabólicas, como la diabetes, hipertensión y dislipidemias. Además, menciona las complicaciones mecánicas, como la osteoartritis de rodilla, y los trastornos emocionales, tales como la depresión, ansiedad y los trastornos de la conducta alimentaria como el trastorno por atracón.
La especialista señala que, «no basta con tratar el peso; es fundamental abordar los factores subyacentes, como el hambre emocional». En este sentido, las nuevas Guías Mexicanas para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad, publicadas en octubre de 2024, subrayan la importancia de reconocer el hambre emocional, un fenómeno que ha sido identificado como un factor clave en la sobreingesta alimentaria. Comer como respuesta al estrés o a las emociones puede dificultar considerablemente el tratamiento efectivo de la obesidad.
Un enfoque integral y multidisciplinario es fundamental para tratar la obesidad de manera efectiva. La Dra. Nava resalta que «la integración de tratamientos que aborden tanto los aspectos metabólicos, físicos como los emocionales representa una nueva frontera en la lucha contra esta enfermedad». Este enfoque no solo mejora los resultados en la reducción del peso, sino que también contribuye positivamente a la salud mental de los pacientes.
Es esencial que las personas consulten a especialistas antes de emprender cualquier tratamiento para la obesidad, ya que la utilización de medicamentos controlados y los cambios en el estilo de vida deben basarse en un enfoque consciente y personalizado. Identificar las causas subyacentes de los hábitos alimenticios y reconocer cómo las emociones influyen en la relación con la comida son pasos cruciales para lograr un cambio duradero.
Más allá de la pérdida de peso, el objetivo debe ser promover una mejor calidad de vida, fortaleciendo tanto la salud física como la mental. El Día Mundial de la Obesidad nos recuerda que la lucha contra esta enfermedad es un compromiso global, y que sólo mediante una acción conjunta y un enfoque integral podremos enfrentar esta epidemia de manera efectiva.
Este 4 de marzo, el llamado es claro: prevenir, tratar y abordar la obesidad de manera integral es una responsabilidad colectiva que debe involucrar a los profesionales de la salud, las instituciones gubernamentales y la sociedad en su conjunto.
